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Gabriel de la Mora – T.O.E.F.M.U.T.I.T.O.A.I.I.

Noviembre 9 – diciembre 29, 2012
Sicardi Gallery, Houston

Para su segunda exposición en Sicardi, Gabriel de la Mora presenta varias de las series representativas de su producción reciente junto a otras piezas que dan cuenta del amplio espectro de técnicas, reflexiones y preguntas que han surgido a lo largo de su trayectoria artística. A través de la muestra se reflejan los principales rasgos que caracterizan su obra: la fascinación por la pintura como fenómeno, la atracción del artista por los materiales que emplea -o encuentra- y un trabajo manual exhaustivo y sobrecontrolado, casi artesanal.

Dentro de la práctica de de la Mora, los procesos para llevar a cabo cada pieza son un elemento central y poseen la misma relevancia que la propia obra terminada. La sala principal de la galería reúne series que, aunque guardan fuertes similitudes visuales, son realizadas a través procesos inversos: unas surgen ante la obsesión del artista por un material  u objeto, generalmente en decaimiento, y otras toman forma gracias a la manipulación que de la Mora hace de materiales diversos.

La primera de estas series se conforma por pinturas realizadas con plafones a punto de caer desprendidos de casas antiguas, algunos datan de hace más de cien años, que el artista comanda sean retirados y posteriormente un restaurador los consolida y monta sobre un bastidor de tamaño idéntico a su superficie. Junto a ellos se encuentran las pinturas realizadas con cascarones de huevo en las cuales el artista coloca sobre una tabla de madera, uno a uno, los minúsculos pedazos. De ambas series resultan pinturas de mediano y gran formato que, a pesar de prescindir por absoluto de materiales tradicionales como pigmentos, crean un accidentado paisaje de líneas irregulares que salen inesperadamente del lienzo y dotan a la superficie de un sinfín de tonalidades.

El trabajo que de la Mora realiza se sitúa en los límites de la pintura, disciplina que cuestiona al máximo. Su práctica, además de iconoclasta, coquetea en ocasiones con la idea del objeto encontrado y del ready-made y crea una suerte de híbridos entre éstos y la pintura. Es decir, mediante intervenciones aparentemente sencillas, de la Mora transforma objetos y materiales en pintura.

Siguiendo esta línea se encuentra la serie de los pósters. Tras observar en las calles de la Ciudad de México las gruesas capas que se forman al sobreponer póster sobre póster,  de la Mora decidió arrancarlos de los muros y postes donde se colocan con fines publicitarios. Evitando alterarlos, el artista pega el lado impreso sobre un bastidor, resaltando las cualidades visuales que surgen en lo no impreso gracias a la acumulación de papel, al deterioro causado por estar a la intemperie y por el paso del tiempo. Es éste un elemento que define gran parte de su obra: una estética de lo ruinoso. Los plafones, los pósters, la pintura acrílica seca, los daguerrotipos borrados (y series anteriores como los papeles quemados), todos estos aparentes desechos o materiales a punto de desintegrarse son apropiados por de la Mora, quien, a través de múltiples tratamientos para evitar su desaparición, los conserva en un estado decadente y evidencia su fragilidad.

Si los pósters son desechos de una sociedad de consumo, materiales que han perdido ya su utilidad, de la Mora se interesa también por lo que podríamos llamar desechos de la historia del arte. Continuando su labor un tanto excéntrica de coleccionista, el artista ha comprado pinturas de autores mexicanos que jamás lograron reconocimiento alguno o incorporarse a una lógica de mercado. Sus obras, desechos ante los ojos de los propietarios originales, fueron vendidas a de la Mora por cantidades tan bajas como cinco o diez dólares. De ahí se desprende Agustín González “El Cuty” 2005 I, un lienzo de donde raspó el óleo y lo que originalmente era una pintura figurativa devino una abstracción. Siguiendo el lema que ha sido fundamental para entender su trabajo, “el arte no sea crea ni se destruye, tan sólo se transforma”, de la Mora crea una segunda pintura a partir del óleo raspado, colocando los residuos obtenidos sobre una superficie plana.

Aún si constantemente busca expandir las posibilidades y modos de existencia de la pintura, la relación que Gabriel de la Mora forja con esta disciplina es extraña. A pesar de ser un género que le obsesiona y ocupa gran parte de sus preocupaciones, su acercamiento a ella es refinadamente complejo. La pintura es violada, desacralizada: el artista quema, perfora y rasga el lienzo, traza en él figuras con pelo humano. La línea entre dibujo, pintura o acción es difícil de definir en esos casos. En otros momentos su ataque es más poético y llena la superficie pictórica con materiales vulgares y cotidianos como banderitas Post It, bolitas de unicel o simplemente la deja vacía y ocupa su espacio mediante el reflejo de objetos. La obra 3,936 capas de pintura 4A-4B es realizada mediante un exhaustivo proceso que toma siete meses en el que se superponen capas de pintura acrílica y cada una cancela a la anterior al cubrir su superficie. La pintura deviene un material escultórico pues la acumulación del material la dota de gran volumen.

Contrario a la lógica de preservar la materia en un estado de decaimiento se encuentra la serie de las fotografías intervenidas. Dentro de su actividad como coleccionista, de la Mora compra un gran número de fotografías antiguas para intervenirlas posteriormente. En 508 W el artista arranca cuidadosamente pedacitos de una fotografía pornográfica y los coloca en el lugar que les corresponde en la foto original. La imagen deconstruida deviene inaccesible. Las otras fotografías intervenidas son imágenes del cine mexicano y norteamericano, una obra aún en proceso pues estará terminada cuando la luz y el paso del tiempo absorban el color y devengan un monocromo.

“La única excusa para hacer algo inútil es que uno la admire intensamente” (“the only excuse for making a useless thing is that one admires it intensely”) es una frase tomada por de la Mora del prefacio de El retrato de Dorian Gray y sus iniciales dan nombre a un lienzo quemado por el artista, T.O.E.F.M.U.T.I.T.O.A.I.I. 1, el cual quedará congelado permanentemente en ese estado previo a la desaparición. Continúa Oscar Wilde en el prefacio de dicho libro argumentando que aquellos que van más allá de la superficie lo hacen bajo su propio riesgo y Gabriel de la Mora toma esto como una orden, no sólo va más allá de la superficie sino que juega con ella, la vacía, la llena, la transforma…  La obra de Gabriel de la Mora no sólo muestra la admiración que siente él mismo por el trazo y las texturas que encuentra y crea sino que logra generarla en quien la observa.

Fabiola Iza

Información Práctica
1506 West Alabama Street Houston, TX 77006, United States
Tel: (713) 529-1313
www.sicardi.com

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